¡Y hay poetas que son artistas y trabajan sus versos como un carpintero las tablas!

miércoles, 11 de abril de 2007

Raúl Zurita

Tiene los ojos salidos. Grandes. Absorbentes. Que se instalan con fervor en lo que miran, y parecen chupar desesperadamente la belleza que encuentran. Tan fuerte es la mirada como es de débil la voz. Susurra las palabras, a veces en alto y se escuchan. Otras se pierden en el silencio.

Es un loco que se lanzó amoníaco a los ojos para no ver y que se masturbó en público en los años 80, o que se lo dieron porque es de la Concertación, Zurita está en su casa en el Cajón del Maipo y se pasea entre las lechugas de su huerta, los gallos de la pasión y las paredes de adobe semi derruídas de esta casona de campo de 1904, donde vive con su familia hace cinco años. Viene desde el fondo del pasillo, camina agachado esquivando salamandras encendidas y óleos de Benmayor, Domínguez, Bororo y Cienfuegos. Entre los pelos grises de la cara, sale una sonrisa cálida y mucho más ancha que los hombros disparejos. Entra por las puertas altas al escritorio. La chaqueta negra semi manchada y el cigarro prendido colocado entre los dedos amarillos. Se sienta frente a un Mac, justo al medio de un ventanal antiguo que deja ver entre los marcos cuadrados la cordillera y el río. Es tan imponente el paisaje que parece un lugar común pensar que allí sea donde escribe el poeta. Pero él se encarga de romper el mito, deja en claro que escribir poesía es un desgarro mayor.




-¿Cree en Dios?.
-Sí. Ahora creo con una gran certeza, después de una larga, larga, larga, larga trayectoria en la que fuimos dos vecinos que no se saludan, que no se quieren conocer. De pronto vi que a pesar de todos los procesos que he vivido, que a pesar de mí mismo, estaba todo bien, que ella seguía al lado mío, como una musa, una pitonisa.



-¿Por qué escribió en el cielo de Nueva York "Dios es mi no"?.
-Porque sabía de la presencia de Dios, pero no quería hablar nada de él , incluso me molestaba su presencia. Y eso era recíproco.




- Veamos una por una sus locuras más famosas, las que por cierto ahora son materia sabrosa para la polémica. ¿Por qué quiso quedar ciego y se echó amoníaco en los ojos?.
-Vivíamos en un tiempo en que muchos estaban muy locos. Se torturaba, se desaparecía... En ese tiempo, uno de los cuerdos era yo. Intenté cegarme porque tenía un sueño que era escribir sobre el cielo, y pensé que era infinitamente más bello que quien había pensado en escribir sobre el cielo fuese el único que no lo pudiera ver. Afortunadamente no resultó, lo digo ahora con una gratitud infinita. Fue el año 80 y de ese derrumbe, nació Anteparaíso. Es un canto a la maravilla de estar vivo y ver, a pesar de todo.




- Durante el régimen militar, se marcó la cara con un fierro. Aún tiene la cicatriz.¿Por qué lo hizo?.
(Rechaza la idea de hablar de esto, se resiste unos momentos)... Me acababan de botar de una micro por mi aspecto de indigente. Había estado preso en las bodegas del barco Maipo, era comunista, tenía 23 años y cuando me humillaron, me acordé de Jesús diciendo que había que poner la otra mejilla. Era un poeta no publicado, estaba solo y me marqué la cara. Allí empecé a escribir Purgatorio. Y comprendí que no tenía ya que marcar mi cara, sino marcar el cielo y el desierto con una visión que significara, al menos, el vislumbre de la felicidad.
-¿Sigue escrita su frase "Ni pena ni miedo" sobre el desierto de Atacama?.
-Sólo se lee desde arriba. Y la palabra que más se ve es miedo. Las otras se han borrado un poco.
-¿Es verdad que se masturbó en una galería donde usted presentaba un libro, en los años 80?
-No es verdad. Es un mito. Jamás he hecho nada así en público... ¡Tendría que haber sido superman! En público, nada. Lo que pasó es que hablé de eso, dije que una obra de esa potencia sólo podía presentarse con esta foto. Y mostré una foto mía, fuerte, pero que hoy se podría hasta mostrar en Canal 13. Y alguien la llevó a El Mercurio y se publicó como si ello hubiera ocurrido ahí. Pero es un mito.



- Con todo esto, ¿no le parece razonable que lo consideren loco?.
- Soy consciente de la vida que me ha tocado vivir. Mi poesía le puede parecer a unos buena y a otros vergonzosa, como se ha dicho, pero independiente a ello, me siento orgulloso de la dignidad y de sus consecuencias. He sido honesto con lo que he hecho, y valiente. Nunca me he dejado una puerta abierta para retroceder. Siempre que he sentido algo, me he lanzado con todo. Ese es mi único orgullo. Los poemas son un don, no son mis méritos, es como haber nacido bonita. Los méritos son tratar de hacer una vida lo más honesta posible.

«Los poemas hablan de cosas que ignora también quien los escribe»

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