¡Y hay poetas que son artistas y trabajan sus versos como un carpintero las tablas!

sábado, 21 de abril de 2007

El árbol frente a mi casa

Hoy me desperté muy temprano, siempre lo hago, pero hoy fue temprano aún para mí. Faltaban 10 minutos para las cinco de la mañana; me levanté de la cama y caminé hasta la cafetera y me dispuse a realizar religiosamente la danza de preparame el café, fuerte, negro. Me gusta que su aroma recorra mi departamento, escuchar los sonidos de la cafetera, una orquesta filarmónica de agua hirviendo sobre polvo de café, el chorro de mezcla caliente derramandose dentro del cristal del recipiente. Mientras la cafetera musicalizaba mi mañana, yo frente a la máquina de escribir (una Olivetti modelo 84, que llegó a mis manos no sé bien, si por que yo la encontré, o fue ella quien me encontró) me di cuenta que hace más de dos semanas que intento escribir un poema sobre el árbol que está frente a mi casa, y lo pienso, verso en voz alta, lo imagino todo, aunque no sé si pueda explicar el proceso de escribir. Veamos, es como si a uno le pasaran en un cine, pantalla gigante, sonido estereo, un solo asiento, todo dentro de la cabeza escenas de lo que quiere decir, lentamente, algunas veces con música, otras en un silencio cautivante. Y pensé viendo la imagen de ese enorme árbol frente a mi casa, en lo que las hojas sentían al moverse con el viento, en esa muralla infranqueable de follaje, y recité:

Bailan las hojas polvorientas con el viento,
mortal danza aerea que trae hojas blandas,
un verde nuevo en el árbol frente a mi casa.

La luz conversa suavemente con las hojas de su copa,
debajo, arde una orquesta de pájaros invisibles,
baja lentamente el rocio por sus hojas,

gota a gota por las hojas.

no habitan flores en su coraza,
se le nota la soledad en la corteza,
ha comenzado a endurecerce hacía dentro...

La Olivetti me ve, algo murmura, creo que de nuevo no le han gustado mis versos, sus teclas se han negado a imprimir grafía alguna. Enciendo un cigarrillo, la cafetera ha dejado de ejercer su magia sobre el agua y el polvo de café, me sirvo una taza. Abro la puerta y me siento a ver ese enorme árbol frente a mi casa. Y él me ve, imponente, como se le nota que el no se ocuparía por escribir un par de palabras por mi.

Quizá algún día pueda terminar un poema sobre ese árbol frente a mi casa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aprendí a escribir rápido con una Olivetti :) Qué recuerdos. Aún recuerdo el sonido metálico de las teclas... Y cuando pienso en todo eso, se me viene a la mente a mi abuelo escribiendo en ella, y a mi madre, quien me enseñó a escribir, y a mi médico de cuando era pequeña, que en la época de los ordenadores, no se separaba de su olivetti...

Antes de empezar a escribir el post, pensé en ayudarte a escribir tu poesía del arbol, pero se me inundó la mente de recuerdos de personas que ya no están.En otro momento será...

Saluditos

León Cartagena dijo...

Que bueno que he podido traer a tu memoria esas cosas, gracias por leerme. No he podido regresar a tu blog, espero puedas ayudarme. Vale?

Anónimo dijo...

Como dándome los buenos días, orientas tus hojas para reflejar el sol.
Cada despertar tu silueta se advierte diferente,
tus flores huelen diferente, tu color brilla diferente.

Dando acogida a interminables familias de pájaros,
te cantan sin cesar para acompañar tu soledad.
Los verás marchar cada fin de temporada.

Y esperarás con anhelo la calidez,
la luz y la dulce brisa que te anima
a que cada noche dances al arrullo de la luna y las estrellas.


Bueno, te animo a que vuelvas por mi blog a verme de vez en cuando ;)
Besitos: http://dilobajito.blogspot.com